Llega el último día del año, y con él todos los rituales que lo acompañan, esos en lo que algunos creen, a otros les gustaría creer, mientras que unos cuantos se rehúsan a hacerlo, casi siempre porque formaron parte del primer grupo y nunca les funcionó. En fin, toda una masa de gente que esa noche tiene en común algo más que el amarillo de su ropa interior, por aquello de la “suerte”, (en lo particular me declaré en rebeldía y ahora la uso de color negro).
Ya están todos reunidos en casa esperando que sean las doce para los respectivos abrazos, es aquí donde tu capacidad para hacer muchas cosas a la vez se pone a prueba, en especial si crees de manera vehemente en los rituales acostumbrados. Debes tener la habilidad para engullir doce cucharadas de lentejas, junto con doce uvas, pero que te quede una mano libre para sostener un puñado de billetes (para la prosperidad), al mismo tiempo que lanzas monedas al techo (para el mismo motivo).