lunes, 4 de octubre de 2010

Los viejos creen que están mandando

         En estos días uno de esos vecinos que la mayoría tenemos la desgracia de padecer, colocaba su música a todo volumen mientras por mi ventana se colaba una letra bien particular “los viejos están mandando…”de Reynaldo Armas. Respeto a quienes les gusta ese género musical, pero la verdad es que yo no entro en ese club de fans, y no sé si fue esa la razón para que desde el primer momento la canción me desagradara por completo, pero así sucedió.
         Ésta, se refería a cómo según el autor, los hombres de la tercera edad se están convirtiendo en todos unos galanes, donde supuestamente nosotras las veinteañeras no podemos ver una arruga mal parada porque salimos corriendo a plancharla; no sabía si reírme de semejante ingenuidad o ir a vomitar por esa promoción a los viejos verdes. Y no es que quiera achacarle la culpa al cantante en cuestión por esa ola de ancianos de autoestima súper desarrollada que cree estar a la vanguardia al momento de conquistar a una mujer que podría ser como mínimo su nieta; pero gracias a su letra comprobé que forma parte de ella.
            No sé exactamente dónde, cómo, por qué, ni quién comenzó esta aparente moda, si fue en un geriátrico o en una universidad; sin embargo, sé (porque lo he visto), que cuando comienza por el lado más joven casi siempre se rige por un interés de por medio, que no es otro que el dinero, aquellas que dejando muy mal parado nuestro género, buscan a los pobres viejitos para que les sirvan de caja chica.
           Algo lamentable es que los arrugados realmente se creen su condición de galán, apoyado con una terrible crisis de la mediana edad (¿o de la edad media?), donde los hombres la mayoría de las veces apuntan a vivir lo que no experimentaron en el momento en el cual les correspondía, es decir, una juventud tardía, llenándose la cabeza de afirmaciones que les hagan bajar el tono al ridículo, como “eres tan viejo como te sientas”, ¡no señor!, véase en el espejo, en ocasiones si “eres tan viejo como te ves”.
            La verdad es que no me importaría tanto el hecho de que algunas muestren debilidad por las canas, sea cual sea su motivo (algunas aseguran que es por ser maduros, pero no han pensado que de serlo estarían con alguien más contemporáneo); de no ser porque estos nos miden a todas con la misma vara. Ahora tenemos que pasar por situaciones tan desagradables como llegar al trabajo sin poder seguir directo a encerrarte en la oficina, debido a que algún zorro de estos espera en tu camino para que lo saludes con un beso en ese puñado de arrugas, donde antes solía verse el pómulo, o que camine por el pasillo mostrándote con extraño orgullo la plancha que le acaba de colocar el odontólogo. 
            Pese a ello, los babosos de oficina quizás son más tolerables que los de la calle, aquellos que no tienen tanta preocupación por mantener una imagen de decoro ante sus compañeros de trabajo, por el simple hecho de que no te conocen, los cuales, así suene cruel, tienen un pie allá y uno aquí, haciéndote pensar que si el vecino que te persigue desde que estudiaron juntos en el kínder, fue un cero a la izquierda para ti, su abuelo con más razón, o aún peor, (y este caso, lo confieso, me atañe directamente a mi) ese profesor que te dio educación física en el segundo grado de primaria y cuya “galantería senil” le impide recordarse de ello.

            Resulta hasta repulsivo, sabiendo que la mayoría de nosotras hemos tenido la dicha y algunas todavía la disfrutan, de contar con la presencia de un abuelo, ese señor lleno de sabiduría que tanto respetamos y valoramos, que jamás abandonó al amor de su vida (nuestra abuela), con quien tiene hasta más de medio siglo compartiendo. Ese señor que sabe muy bien cuál es su puesto y lo dignifica, ese que deberían seguir de ejemplo aquellos que vagan por ahí creyéndose los conquistadores del nuevo milenio.
          Sí, insisto en pedirle peras al olmo, pero no terminaré este artículo sin asegurarles algo a los señores, por el bien de su presión arterial, no se tomen tan literal esa canción, porque si hay algo que seguramente tiene Reynaldo Armas de ventaja, es su cuenta bancaria.  Por otro lado, también tengo algo que decir para las “plancha arrugas”, en una oportunidad me comentó una persona, que eso de “chulearse a los viejos” ya no es tan rentable, en lo que a precio por pagar se refiere, acompañando su afirmación con un agradecimiento profundo por la invención de la pastillita azul.
           Al final del día todo es cuestión de hasta dónde llega tu dignidad, para ambos bandos, si quieres ser utilizado, pero poder decir que a pesar de tu avanzada edad estás con una mujer joven (a diferencia de la que seguro todavía es su esposa), o si quieres utilizar a alguien pero poder decir que tienes todo lo que se te antoje con sólo pedirlo. Yo, personalmente me inclino por descubrir los misterios de la vida conjuntamente con alguien que tampoco los haya descubierto, así se hace más interesante, porque de lo contrario sería tan aburrido como ver una película cuando ya nos han contado su final.

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