martes, 28 de diciembre de 2010

Cuando el año llega a su fin

            
             Llega el último día del año, y con él todos los rituales que lo acompañan, esos en lo que algunos creen, a otros les gustaría creer, mientras que unos  cuantos se rehúsan a hacerlo, casi siempre porque formaron parte del primer grupo y nunca les funcionó. En fin, toda una masa de gente que esa noche tiene en común algo más que el amarillo de su ropa interior, por aquello de la “suerte”, (en lo particular me declaré en rebeldía y ahora la uso de color negro).
            Ya están todos reunidos en casa esperando que sean las doce para los respectivos abrazos, es aquí donde tu capacidad para hacer muchas cosas a la vez se pone a prueba, en especial si crees de manera vehemente en los rituales acostumbrados. Debes tener la habilidad para engullir doce cucharadas de lentejas, junto con doce uvas, pero que te quede una mano libre para sostener un puñado de billetes (para la prosperidad), al mismo tiempo que lanzas monedas al techo (para el mismo motivo).
            Todo lo anterior lo haces, mientras agarras tu maleta y sales corriendo a la calle como loca despavorida (para asegurarte de viajar), si logras esto en los sesenta segundos correspondientes, sin olvidarte de dar los abrazos y de consolar a ese familiar que comenzó a llorar hace media hora, realmente  mereces que se te cumplan todos esos deseos de fin de año que muchos anhelamos, sin embargo, me es difícil creer que comer lentejas con uvas a las medianoche te proporcione algo más allá de una severa indigestión.
            Por otro lado, no hay que olvidarse de todas esas promesas que hacemos con nosotros mismos, las cuales no le imprimimos la misma energía para realizarlas, como aprender un nuevo idioma, no dejar que el estrés nos domine, ser menos arrogantes, ser más positivo ante la vida, y el más famoso de todos, hacer ejercicios y dieta que hagan desaparecer las secuelas de los excesos cometidos en estas fiestas; pero he llegado a pensar que el comprometerse bajo los efectos del brindis, no es garantía, de no ser así no se recapitularían las mismas resoluciones año tras año, es decir, fueses un políglota de cuerpo perfecto que no conoce lo que son malas rachas, dado el optimismo que emanas, ni hablar de la cantidad de amigos que tendrías porque ni sabes qué son los prejuicios.
            Esa noche también está marcada por la nostalgia, (como dije antes, no faltará el que se quede en un rincón de la sala llorando desconsoladamente), por aquellos a los que no pudimos abrazar porque ya no están entre nosotros, pero creo que la mejor manera de homenajearlos es saber que mientras los tuvimos los aprovechamos, de hecho ahora sé que más importante aún es estar alegres por los que están aquí todavía. Al mismo tiempo, pienso que en vez de prometer en vano y jurar realizar un montón de cosas  buenas, mejor deje de hacer cosas malas, es más fácil, mucho más factible e igual de gratificante.
            De esta manera, les deseo a todos los que me leen un feliz año nuevo, sin importar el color de su ropa interior, si tiene una boca lo suficientemente grande para tragarse un racimo de uvas, o si no tiene ningún reparo en salir corriendo con sus bolsos a riesgo de ser atropellado por un carro, o quemado en medio de un carnaval de fuegos artificiales, o si seguirá trazándose metas donde no dará ni un solo paso para alcanzarlas, eso es lo de menos, mientras no se olvide de disfrutar de lo que tiene y...¡nos leemos el año que viene! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario