lunes, 28 de marzo de 2011

Cuando los padres se vuelven hijos

Cierta vez leí una frase que decía “una madre puede mantener a cinco hijos, pero cinco hijos no pueden mantener a una madre”, me impactó por la certeza irrefutable en medio de su simplicidad. Es triste, cuando pienso en que su veracidad se pone de manifiesto en el sólo hecho de que los ancianatos  y “casas de retiro” existan. Personas que llegaron a tener más de cinco hijos, pero quizás sólo dos o uno se ocupan de ellos al llegar al ocaso de sus vidas, irónico resulta pues al recordar que no crío sólo a esos dos. Siempre habrá excusas, y es que está claro que cada uno de ellos seguro formó su propia familia, pero no por eso pierden su título de “hijo” y todas las responsabilidades que ello conlleva una vez que nuestros padres pasan a ser lo que necesitan de cuidados.
Fácil es hacer una llamada telefónica una vez al día, a la semana o hasta al mes, pero así no se llena un vacío que de seguro lleva adentro su progenitor (a), a través de un teléfono no se le da un vaso con agua para que se tome la pastilla que le toca a esa hora, con una llamada no le ayudas a pararse cuando quiere ir al baño, con sólo preguntar a distancia “¿cómo sigues?” no cooperas en su proceso de recuperación de alguna de sus dolencias propias de la edad.
Cierto es que a veces la vida da giros que nos obliga a separarnos temporalmente de nuestras familias, lo cual puede hacer aún más difícil el saber que alguno de ellos no se encuentra bien; pero no hay que olvidar que la familia es prioridad y que las personas cuando realmente quieren hacer algo o estar al lado de ese ser importante, simplemente lo hacen.  Nunca sabes cuándo Dios decidirá llevárselos de este mundo y lamentarás lo que te resta de vida el no haber compartido sus últimos momentos; no obstante, cuando la distancia que los separa es de algunas cuadras o pocas urbanizaciones de por medio, el arrepentimiento es casi injustificable, puesto que nada cuesta tomar un tiempo para aunque sea ver su real situación, al final ellos estuvieron a tu lado día y noche hasta que decidiste construir tu propio nido.
Asimismo, es inexcusable que luego de desaparecerse del mapa familiar, cuando al fin dan la cara, sea una visita cargada de críticas y reproches, en cuanto a la manera en cómo los que sí han estado ahí llevan los asuntos de sus ancianos padres, quienes en ningún momento pidieron ayuda, recordándoles lo que deberían de plano saber y hacer, y en dado caso de pedirles colaboración no están en posición de molestarse, porque ellos están en lo correcto quienes no lo están son los demás, ni se quejaron de ajustar su rutina diaria a cuidar de quien los llevó a ser lo que son ahora, cosa que bien pueden también hacer todos los demás, y lo que en realidad es el “deber ser”. Hasta pueden llegar al extremo de decir que de morir sus padres, sería a ellos a quienes "dolería más, porque no pudieron disfrutar tanto de su compañía", no creo que sea más triste que para aquel que vio cómo su llama se extinguía poco a poco; sin embargo, pienso que el simple hecho de "medir el dolor", es cruel.
Además, cuando por una vez en mucho tiempo dan algún tipo de ayuda se olvidan de aquella frase de la biblia, la cual dice “que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda”, colocando esa cooperación como si fuese algo “único en el mundo” y que sólo podía salir de  su “noble corazón”, cuando  no es nada más, ni nada menos que su obligación, sin esperar nada a cambio, más que la satisfacción de ejercer su rol de hijo responsable y agradecido, siendo su retribución por todo lo que recibió por parte de ellos, como por ejemplo, el simple hecho de vivir.
Al final del día el asunto no está en “darse golpes de pecho” por situaciones que en realidad tienes que afrontar, sin creer que es una responsabilidad del que esté más cerca, o del mayor, o de la hembra, es una obligación de todos y cada uno de los que fueron engendrados por ellos, que no debería significar “un peso” o “una carga”, porque  para estos nobles seres tú jamás fuiste ni lo uno ni lo otro, de haber sido así, ni siquiera estarías aquí. Sólo piensa en si te gustaría que tus propios hijos te vean de esa forma, cuando seas tú a quien la vejez y senilidad le toque la puerta.

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