lunes, 27 de septiembre de 2010

En el mundo de los príncipes...el sapo es rey

    Cuando alguna de nuestras amigas, enemigas, conocidas o cualquier otra mujer aparece con nueva pareja, siempre se generarán comentarios de toda índole, pero si el individuo en cuestión no contó con la suerte de tener un cuerpo que parece esculpido por los dioses, ni una cara digna de un ángel terrenal, lo menos que escuchará será "Dios mío que tipo tan feo", "¿y ésta no se pudo buscar algo mejor?" "¿Qué le habrá visto?". Dando a entender que nada más por no ser agraciado (físicamente ¡claro!), está incapacitado de por vida para hacer feliz a una mujer. Pues bien, tenemos libertad plena para pensar y decidir qué nos hará feliz, pero tengo muchas razones para decir que la belleza no siempre es una de ellas y hay casos en que trae consigo infinidad de dolores de cabeza.

     No sé quién demonios fue el creador de la idea de que para triunfar en todos los aspectos de la vida hay que ser sacado de una novela de Danielle Steel, no quiero unirme al clan mediocre que asegura que todos los males de este planeta "son culpa de los medios", pero si debo aceptar (quizás hasta caer en el cliché) que sí han tenido cierta influencia en lo que creemos son patrones físicos a seguir. No obstante, los seres humanos no deben ser tan cortos de sentido crítico como para no darse cuenta de cuándo algo es aplicable en la vida real o no, es ahí precisamente donde se corta el poder que puede ejercer un mensaje en nosotros, la capacidad de discernimiento forjado gracias a las experiencias vividas, aprendizaje previo y enseñanzas de familia, las cuales ayudarán a crearnos nuestra propia opinión, independientemente de lo que leas, escuches o veas, la decisión final está en ti.
     Volviendo al tema que me interesa, creo firmemente que se debe parar esa guerra declarada a los pobres anfibios, basta de "tuve que besar muchos sapos antes de conocer a mi príncipe", ¿no han pensado que quizás la situación sea otra?, que tal vez los príncipes estén sobrevaluados y los sapitos subestimados, yo sí, tengo pruebas, no sólo mías, sino también de algunas otras besadoras de herederos al trono que conozco (sí, falta poco para que me quede sin amigas por usarlas de ejemplo). Pero ocurre que la mayoría de estos especímenes están tan al día con el hecho de ser "bellos", que es sólo y exclusivamente eso lo que les preocupa cultivar, enriquecer o mejorar, olvidándose de otras partes del cuerpo como podríamos mencionar...no sé...tal vez...podría ser...digamos...EL CEREBRO.
     Aquellos seres que son como piezas de museo "sólo para ver", porque si estás pensando en tener una conversación medianamente interesante, que no incluya la cantidad de abdominales que hizo ese día, o la dosis de anabólicos que se inyectó y que según él no le dolió porque es tan fuerte que es inmune al dolor, aquél de palabras rebuscadas sacadas del "Manual para conquistar de Steven Seagal", que si llegas a cuestionarle algo, lo cual haga que se salga del guión que practicó mientras trabajaba los bíceps, lo dejarás "sin palabras" y no precisamente por tu candidez. Si lo que estás es matando el tiempo puede llegar a ser divertido, sólo si eres una de esas que no se buscan el novio que quieren sino el que querrían las amigas, mejor conocido como el "novio trofeo" aquél que usan sólo para lucirlo, para ser "envidiadas", así sea realmente un trofeo, es decir, no tenga cerebro.
     Todas pasamos por esa etapa (es triste, lo sé), más aún cuando nuestras propias madres le dan un nuevo significado a aquello de que "yo quiero que mis hijos tengan lo que yo no tuve", y eso por lo visto incluye hasta la pareja, porque en mi caso particular mi papá está lejos de ser un adonis, pero "la señora" no puede ver un tenista, beisbolista, nadador, futbolista y hasta el mismísimo príncipe William, sin que diga "Oh hija, como me gustaría que te casaras con un hombre así", y la idea no está nada mal, pero no puedo hacer otra cosa que dejarme caer en ese abismo que me deja directo en la cruda realidad, eso sí quiero conservar mi paz interior.
     Sé bien que generalizar es un odioso hábito, por eso quiero aclarar primero que tal vez no todos sean así, pero la idea de casarme con un atleta que de paso sea heredero a algún reino europeo deja de ser atrayente, no sólo al evaluar las precarias probabilidades de que suceda, sino cuando se caen del pedestal en el que están y sabes que alguno de estos hombres le ha sido infiel a las cinco esposas que ha tenido, o cuando salió a la luz pública que golpeaba a la mujer a la que juró "cuidar y respetar hasta que la muerte los separe" (al parecer tenía mucho afán por cumplir esa promesa), o cuando nos enteramos que el galán tiene más en común con nosotras de lo que pensábamos...si...comparte nuestra debilidad por los hombres. Es que al final del día nadie es perfecto, por eso más odioso es aún determinar la personalidad de alguien por el envoltorio en el que viene.
     Qué diferente sería todo si en vez de establecer nuestros criterios de búsqueda en cuántos músculos tiene desarrollados, o cuán alto es, o en que su estructura ósea sea perfecta, o que venga con contrato para las grandes ligas incluido, así sea que después de ganar un partido, lo más profundo que diga es que "dio el 100% y puso su granito de arena"; lo condicionáramos en otros valores, o mejor dicho razones de peso como: "¿Me escucha cuando le hablo de lo que me apasiona?, ¿Puede argumentarme algo más que la importancia de aumentar el peso y reducir las repeticiones de los ejercicios?, ¿Me respeta por quién soy y no por como luzco?, ¿Se preocupa por mi bienestar y quizás hasta lo antepone al suyo?, ¿No socava mi autoestima, sino que más bien la estimula?, ¿Estar conmigo lo motiva a ser mejor persona y no a hacerme a mi inferior?”. Entre otros detalles más importantes que nos ahorrarían a muchas tener la penosa experiencia de entablar charlas monotemáticas y monosilábicas con alguien que el mayor esfuerzo que podrá hacer por ti será cambiar la voz a la de galán de radio sólo comparable con aquel personaje de Emilio Lovera "El Chunior", quien considera que el mejor momento de su vida es cuando se mira al espejo, y que no pierde el tiempo en decirte cómo podrías lucir mejor, porque para él jamás serás suficiente, sin saber que en realidad eres más de lo que merece.
    Por eso, la próxima vez que vean a una compañera de género con alguien que quizás parece escapado de una película de Tim Burton, piénsenlo dos veces antes de destruir al pobre infeliz por su fachas, lo más seguro es que esa compañera haya descubierto lo que muchas saben pero se niegan a aceptar, que la pareja ideal no está limitada a lo físico, va mucho más allá de lo que las apariencias nos pueden mostrar. Por eso es que a veces es preferible un príncipe con cara de sapo…que un sapo con cara de príncipe.

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