jueves, 11 de agosto de 2011

Presiones embarazosas

           No sé si soy una feminista extremista, que clama por la igualdad de género y el derecho de la mujer a elegir lo que es mejor para ella sin ningún tipo de prejuicios, o presiones externas, por supuestos patrones establecidos por quién sabe quién, (¿será  que caigo en el cliché de llamarlo “sociedad”?), pero la verdad es que pensaba que aquello de que el único propósito de nuestra existencia, o la única meta “permitida” para nosotras es reproducirnos, había quedado en el pasado, apoyado en el hecho de que cada vez es más tardía, en edad, el momento en que algunas deciden ser madres.

No juzgo en lo absoluto a quienes ya gozan de esa etapa, que lógicamente toda mujer quiere experimentar, puesto que somos las privilegiadas con el don de traer vida a este mundo. Pero por lo visto, todavía queda una gran cantidad de retrógradas esparcidas por todos lados, quienes sí no tienen reparo alguno en juzgar, empeñadas en hacerle la vida miserable a aquellas que han estado más ocupadas tratando de crecer primero como individuos, aplazando ese momento para cuando realmente se sientan preparadas no sólo para ello, sino también en otros aspectos.

            En lo personal, me ha dado la  impresión de que luego que pasas los veinticinco, forma parte del saludo “¿Tú no piensas tener hijos?”, como que si es un requisito, algo así como el registro militar obligatorio una vez que cumples los dieciocho años, si tu respuesta  es un tímido “todavía no”, salta el famoso “apúrate porque no querrás que te llamen abuela”, cosa que me trauma por partida doble. Primero, el hecho de que ni siquiera les importa si tienes pareja o no, y si es el indicado (olvidan que los genes, buenos o malos, se heredan), segundo, ¿A los veinticinco ya me veo vieja?, o ¿estás cerca de la senilidad?, ¡eso aterra!, más cuando tienes en mente que ahora es que te quedan cosas por  experimentar y que apenas la vida como adulta está empezando; además, me atrevo a decir, a riesgo de ser víctima de linchamiento, que las que han decidido ser madre, luego de los treinta se ven más conservadas que aquellas que “abrieron la fábrica” antes de los veinte. 

Por otro lado, me cuesta verlo tan sencillo, el tenerlo sólo porque “se supone” que a mi edad ya debería, sin importar traer al mundo a un ser humano que dependerá de mi al 100%, y yo no le pueda dar la vida que me gustaría que tenga (la que merece), porque el punto es que traiga más gente a poblar este planeta, si no, no eres nadie. No es un ataque a ninguna madre en particular, porque no faltará quien se sienta ofendida, o me diga que “no sabes lo que se siente hasta que te pase”, “sólo una madre sabe lo que es ser una verdadera mujer”, las felicito, pero el hecho de que hayan decidido (si fue así, la gran mayoría ni lo tenía planeado), no quiere decir que las que no, seamos unas fracasadas, o que si no tenemos hijos antes de los treinta estamos rompiendo alguna regla. 

Me arriesgo a afirmar que muchas de las que lo han hecho luego de esa “barrera”, puesta por alguna que seguramente no tenía nada más qué hacer con su vida, después de realizarse como persona y profesional, tienen mucho qué ofrecerle a esa personita, entre otras cosas madurez emocional, algo de lo carecen las adolescentes que creen que tener hijos es como jugar a las muñecas, o aquellas no tan adolescentes pero que buscan “cumplir con el requisito” a través de la maternidad. Sin mencionar la estabilidad económica, porque sólo de amor no se vive, me podrán llamar materialista, pero la verdad eso es ser realista.

 ¿Qué tan difícil puede resultar respetar las decisiones ajenas?, la forma que cada quien eligió vivir cada etapa de su vida, y cómo quiere que sean las que están por venir, ¿Por qué pretenden imponer a las demás su modo de vivir?, si a algunas les ha resultado, ¡perfecto!, pero quizás para otras no es lo más conveniente, no sienten que sea el momento indicado, o tan simple como que ¡No es lo que quieren!. Me rehúso a que me asignen un patrón, a que el ser madre o casarse tenga un límite de edad o de tiempo, sin importar si no tienes un techo dónde vivir, dinero para comida y medicinas, o un empleo estable.

Aplaudo incansablemente a amigas que, a pesar de que la maternidad no estaba entre sus planes en determinado momento, les tocó asumirla sin previo aviso, y lo han hecho impecablemente, quizás merecen doble reconocimiento porque aprendieron a ser madres y a ser profesionales al mismo tiempo. Pero, eso no quiere decir que aquellas que aún no les sale regalito el segundo domingo de mayo, seamos unas insensibles, en algún momento nos tocará y estaremos preparadas para ello, sin importar las condiciones y el contexto en el cual nos llegue, y si no pasa, tampoco es un motivo para condenar a nadie, no obstante, mientras tanto, déjennos vivir la soltería, la independencia que seguramente muchas de ustedes, en ocasiones extrañan, así no lo acepten públicamente. 

Creo que a nadie le gusta que otro le diga cómo vivir, ni el lugar, ni la hora, ni la forma de hacerlo, menos cuando sabes exactamente lo que quieres, cuándo y cómo lo quieres. Apelo al tan trillado “vivan y dejen vivir”, en nombre de las mujeres solteras y sin hijos, les digo que todo tiene su momento y nada hay que forzar, menos cuando no estás hablando de tu vida, de tu casa, de tu esposo, de tu tiempo y sobretodo de tu cuerpo, creo que las estrías, náuseas, pies hinchados, dilataciones, cambiar pañales, falta de una buena noche de sueño y tiempo libre, pueden esperar.

1 comentario:

  1. Aaaaal fiiiin!! era q no cargaba bien la pág... bueno, ya se me olvido que iba a comentarte jajaja mentira! Excelente post, me sentí identificada porque me ha pasado lo mismo pero igual, abajo esos cliches absurdos de la sociedad! :)

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