Tenemos muchas fechas para celebrar el género al cual pertenecemos, no obstante, ser mujer va mucho más allá de un día y de la conmemoración de las luchas por la igualdad, cosa que aún no está del todo establecida, si, contamos con derecho al voto, hemos conquistado terrenos donde sólo se podía imaginar a hombres, pero, ¿Realmente existe la tan anhelada equidad?.
Comencemos por el hecho de que según estudio realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); el salario de una mujer en Latinoamérica, es un 10% menor al de un hombre, incluso cuando ésta sea más instruida, acrecentándose a un 17% cuando son iguales en edad y educación. Sin embargo, esto es sólo un simple ejemplo de un hecho que no muestra lo que hay detrás de la desigualdad existente.
Y creo que parte de la culpa la tenemos nosotras mismas (y una sociedad con un machismo arraigado), al enorgullecernos de que podemos hacer de todo y sin ayuda (es cierto, pero no deberíamos condenarnos a ello), cuando una vez que la gente sepa que eres bueno en algo, créeme que lo harás por el resto de tu vida, para ejemplificarlo de manera simple, si dices que “no hay tortas más buenas que las tuyas”, cada vez que alguien cumpla año te buscarán a ti para que la hagas. Es decir, hemos tergiversado el concepto de “igualdad”, pues no se trata únicamente de abrirnos paso en los campos dominados por los hombres, sino que estos a su vez entren en territorios que se suponían exclusivos de nosotras.
No basta con que podamos ser narradoras y comentaristas deportivas, miembros de los cuerpos de seguridad de un país, competidoras en deportes extremos, hasta líderes políticos, cuando tenemos a cuestas las actividades que por naturaleza nos han atribuido, como el llevar un hogar, la crianza de los hijos, además cumplir como mujer y esposa. La balanza no está equilibrada, al contrario está cada vez más inclinada, debido a que lo único que hemos logrado es adjudicarnos más y más responsabilidades.
Con esto no quiero decir que esté mal o que no debamos sentirnos orgullosas, al contrario, pero si debo decir que no es el objetivo real, el equilibrio sigue sin aparecer, porque lo ideal sería que así como nos hemos avocado al mundo laboral y a conquistar mundos antes negados para nosotras, el sexo opuesto debería dar un paso al frente y no vernos como si simplemente sumamos más actividades a nuestra agenda, sino a que ellos también deben incluirse en lo que consideraban sólo nuestra responsabilidad, ahí sí podría decir que existe igualdad de género.
El día en que las labores del hogar sean compartidas, en que si llegamos cansadas del trabajo no tengamos de qué preocuparnos porque tenemos a un compañero igual de útil como para encargarse de la cena esa noche, cuando sean 100% partícipes en la crianza de los hijos porque para procrear se necesitan dos, lo que quiere decir que no lo hiciste sola, por lo tanto el criarlos se supone que tampoco. Cuando una mujer llegue al puesto más alto en una corporación y no se escuchen por los pasillos que se valió de sus dotes físicos para lograrlo.
Cuando en tu trabajo no te vean como poco profesional porque pediste un día para ver a tu hijo cantar por primera vez en la coral, y que las maestras no te tilden de “madre desnaturalizada” si sólo te dieron medio día y llegaste cuando la presentación tenía cinco minutos de haber iniciado. Cuando tu suegra no te critique porque no eres una ama de casa a tiempo completo (la gran mayoría no puede evitar inmiscuirse en lo que no les corresponde), sino que incentive a su hijo a colaborarte porque ambos son seres humanos con las mismas necesidades, no es sólo él. Cuando la infidelidad sea condenada para ambos y no sea justificada con un “bueno él es hombre”, mientras que tu perderías hasta tu nombre.
Es decir, igualdad no es convertirnos en hombres, sino reconocer que sin importar el género ambos estamos capacitados para todo, y debe recompensarse de la misma manera, al mismo tiempo que el sexo opuesto aprenda a que ser participante y no un simple receptor no va en detrimento de su hombría, al contrario, creo que un verdadero caballero no le teme a compartir roles. Y, si, sintámonos orgullosas de lo que somos, lo que hemos alcanzado y el camino recorrido, pero hay que tener claro que aún falta mucho para que la balanza esté enteramente alineada y sólo en nosotras está el lograrlo.
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