Cierta vez leí una frase que decía “una madre puede mantener a cinco hijos, pero cinco hijos no pueden mantener a una madre”, me impactó por la certeza irrefutable en medio de su simplicidad. Es triste, cuando pienso en que su veracidad se pone de manifiesto en el sólo hecho de que los ancianatos y “casas de retiro” existan. Personas que llegaron a tener más de cinco hijos, pero quizás sólo dos o uno se ocupan de ellos al llegar al ocaso de sus vidas, irónico resulta pues al recordar que no crío sólo a esos dos. Siempre habrá excusas, y es que está claro que cada uno de ellos seguro formó su propia familia, pero no por eso pierden su título de “hijo” y todas las responsabilidades que ello conlleva una vez que nuestros padres pasan a ser lo que necesitan de cuidados.
Fácil es hacer una llamada telefónica una vez al día, a la semana o hasta al mes, pero así no se llena un vacío que de seguro lleva adentro su progenitor (a), a través de un teléfono no se le da un vaso con agua para que se tome la pastilla que le toca a esa hora, con una llamada no le ayudas a pararse cuando quiere ir al baño, con sólo preguntar a distancia “¿cómo sigues?” no cooperas en su proceso de recuperación de alguna de sus dolencias propias de la edad.