Siempre me he preguntado ¿por qué la falta de reciprocidad en las acciones de la gente?, ¿por qué nunca obtienes de los demás lo que ellos obtuvieron de ti?, y no me refiero a hacer las cosas con un interés de por medio, sino que a veces no está de más recibir lo que damos. Señalo en sí a las diferentes especies existentes, que nos hacen arrepentirnos de no decir “NO”; los cuales les describiré a continuación, sé que al final del artículo al menos uno de ellos se les ha cruzado en el camino y a aquellos que se les presentó uno siendo la combinación de todos, mis sinceras condolencias.
El prestamista: su nombre no se debe a que te preste algún tipo de bienes o servicios, al contrario, este ser es de esos que no puede estar sino pidiéndote algo, de hecho cuando recibes un mensaje o una llamada de su parte te comienza a doler el bolsillo, y temes por todos los objetos que tanto te ha costado tener, desde tu ropa hasta los cds, que aunque quemados, tienen grabados una selección que sólo tú y tu paciencia descargando archivos pudieron lograr. Lo peor del caso no es que te pida prestado hasta la ropa interior, sino que para que te devuelva las cosas tienes que hacer vigilia en la puerta de su casa, y si tienes la suerte de conseguirlo, lo más seguro es que no lo haga en las mismas condiciones en los cuales se lo cediste temporalmente, en pocas palabras, regresa a ti casi inservible. Característica principal: cuando por cosas de la vida eres tu quien necesita algo prestado de él, seguramente te invente una excusa para no hacerlo, si te lo da a regañadientes no habrás llegado a tu casa cuando ya lo tienes en la puerta preguntándote “¿ya lo usaste? es que lo necesito”.