Cuando alguna de nuestras amigas, enemigas, conocidas o cualquier otra mujer aparece con nueva pareja, siempre se generarán comentarios de toda índole, pero si el individuo en cuestión no contó con la suerte de tener un cuerpo que parece esculpido por los dioses, ni una cara digna de un ángel terrenal, lo menos que escuchará será "Dios mío que tipo tan feo", "¿y ésta no se pudo buscar algo mejor?" "¿Qué le habrá visto?". Dando a entender que nada más por no ser agraciado (físicamente ¡claro!), está incapacitado de por vida para hacer feliz a una mujer. Pues bien, tenemos libertad plena para pensar y decidir qué nos hará feliz, pero tengo muchas razones para decir que la belleza no siempre es una de ellas y hay casos en que trae consigo infinidad de dolores de cabeza.
No sé quién demonios fue el creador de la idea de que para triunfar en todos los aspectos de la vida hay que ser sacado de una novela de Danielle Steel, no quiero unirme al clan mediocre que asegura que todos los males de este planeta "son culpa de los medios", pero si debo aceptar (quizás hasta caer en el cliché) que sí han tenido cierta influencia en lo que creemos son patrones físicos a seguir. No obstante, los seres humanos no deben ser tan cortos de sentido crítico como para no darse cuenta de cuándo algo es aplicable en la vida real o no, es ahí precisamente donde se corta el poder que puede ejercer un mensaje en nosotros, la capacidad de discernimiento forjado gracias a las experiencias vividas, aprendizaje previo y enseñanzas de familia, las cuales ayudarán a crearnos nuestra propia opinión, independientemente de lo que leas, escuches o veas, la decisión final está en ti.